En el siglo XX los problemas del hombre actual son nuevos y por ello sus necesidades también, sin antecedentes referenciales. Ante todo se revisa el verdadero significado de la arquitectura y a partir de este momento no podrá juzgarse suficientemente una obra si no la visitamos en su interior. Esta nueva estética radica en la función. Si el edificio está armoniosamente distribuido en su interior, si está integrado en el entorno, si resulta grata su habitabilidad, el edificio es bello. Desligados del compromiso del pasado, los arquitectos de este siglo manejan los volúmenes y los espacios con criterios absolutamente distintos producto de los nuevos materiales y de las nuevas necesidades.
Centro de la Bauhaus en Dassau, de W. Gropius
La Villa Saboya, obra maestra de Le Corbusier
La casa sobre la cascada, de F. L. Wright
La ópera de Sidney, de J. Utzon
El Centro Pompidou de París
El Museo Guggenheim de Bilbao, de F. Gery
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